Después de haber dedicado la exposición del verano de 2023 a las hermanas Lemoine y a su prima Jeanne Élisabeth Chaudet, el museo Jean-Honoré Fragonard rendirá homenaje a Adèle de Romance en 2025. Esta pintora, con un destino tan brillante como tumultuoso, encarna todas las oportunidades que el final del siglo XVIII y principios del XIX ofrecían a los artistas de talento.
Originaria de una unión ilegítima del marqués Godefroy de Romance, Adèle de Romance fue finalmente reconocida y adoptada por su padre a la edad de 8 años. Su joven hermanastra, cuya vida personal cumplía perfectamente con las expectativas de su padre, recibe de él numerosas muestras de confianza. A pesar de ello, Adèle de Romance ahora posee un nombre y disfruta de uno de los conjuntos más grandes de cuadros nórdicos y franceses, entre los que se encuentran varias obras de Fragonard. Preocupado por su educación, el marqués de Romance dirige todas sus elecciones personales, desde la pasión por la pintura hasta el nacimiento de su primer hijo a los 18 años. Adèle se casa entonces con el miniaturista François Antoine Romany, un matrimonio mal concebido cuyo único propósito es otorgarle un estatus. Cuando su padre abandona Francia en agosto de 1791 para defender las ideas contrarrevolucionarias que le eran tan queridas, Adèle de Romance se ve obligada a hacer olvidar sus orígenes, en parte aristocráticos, y vivir… de sus pinceles.
Después de un divorcio del que conserva gustosamente el apellido, comienza una serie de pequeños retratos de personalidades de renombre. Aprovecha entonces la celebridad de sus modelos y, durante cuatro décadas, se juega de una multitud de apellidos, asumiendo la exposición pública y presentando decenas de obras. Al asistir a los cambios de su tiempo, saca provecho del contexto político y social que en ese momento favorecía el retrato. Mejor que muchos otros artistas, consigue captar el deseo de reinvención de las personalidades que pinta y pone en escena una galería de retratos a la imagen de Francia.
Adèle de Romance participa en la historia en una época en la que las imágenes estaban destinadas a jugar un papel sin precedentes. El retrato, un género bastante insignificante en una monarquía, donde solo un hombre es todo y los demás no son nada, adquiere entonces un nuevo grado de interés en una República. Se convierte en un vehículo de virtudes, talentos, servicios y recuerdos.
Adèle de Romance no tuvo el privilegio de integrar las colecciones reales, cuna de las colecciones nacionales de hoy. Rendir homenaje a esta pintora que logró vivir de su arte requería ante todo recuperar sus obras. Así, con la excepción del rico corpus conservado en las colecciones de la Comédie-Française, los cuadros de Adèle de Romance conservados en las colecciones públicas francesas no solo son raros, sino que rara vez se exponen. Muchos de sus retratos permanecieron en manos de los descendientes de los modelos, quienes accedieron a desprenderse de ellos temporalmente para la exposición en Grasse, permitiendo así rendir homenaje a esta mujer que muy pronto comprendió que la cultura y los dones artísticos eran un formidable pasaporte para ser aceptada, independientemente de sus orígenes, y tener voz en un mundo dominado por los hombres.
Comisaria de la exposición: Carole Blumenfeld