Herido, devastado, explotado desde todos los frentes y sumido en el luto continuo durante tantas décadas, Afganistán sigue siendo un país de bellezas… demasiado a menudo ocultas (la burka es el instrumento más conocido de esta ocultación). Desde que los talibanes tomaron el poder el 15 de agosto de 2021, han hecho todo lo posible para hacer invisibles a las mujeres, privándolas de rostro, voz y educación. La exposición, que reúne el trabajo de dos fotógrafas –una afgana y una francesa–, revela a mujeres afganas frente a hombres rodeados de flores. El objetivo es honrar la belleza allá donde se encuentre, para revelar otro rostro de Afganistán.
Fatimah Hossaini, nacida en Afganistán, ha fotografiado a mujeres liberadas de su burka para la ocasión, pero vestidas con sus trajes tradicionales. A través de la vestimenta, rinde homenaje a las múltiples etnias que habitan su país: pashtunes, hazaras, uzbekas… así como a la magnificencia de la artesanía. Sensible a los colores vibrantes y los motivos bordados de estos verdaderos "joyas textiles", la fotógrafa los pone en escena para revelar mejor el poder y la gracia de sus heroínas. Su trabajo titulado La belleza en medio de la guerra muestra la espléndida belleza oculta de estas mujeres que las guerras interminables habían borrado.
Francesa y enamorada incondicionalmente de Afganistán, Oriane Zerah vive en Kabul desde 2011. Tras un breve exilio de tres semanas en agosto de 2021, decidió "regresar a su hogar". Una apuesta loca, insensata. Sin embargo, se había jurado no vivir bajo el régimen talibán... Fotógrafa (recordemos que la representación humana está prohibida en el islam), mujer, libre e independiente, es todo lo que los talibanes aborrecen. Formada en artes dramáticas, Oriane Zerah trabajó para el Théâtre du Soleil antes de descubrir la fotografía en 2010. Gran viajera, ha vivido en India, Pakistán. Además de sus reportajes fotográficos para la prensa internacional, le gusta, al igual que Fatimah Hossaini, fotografiar la belleza que se esconde, la más insospechada, pero que sabe encontrar en cada rincón del país. Viviendo en el lugar, se dio cuenta del amor de los afganos por las flores, con las que se rodean en cuanto llega la primavera. Retratos de hombres sonrientes y sensibles, posando ante la cámara, orgullosos de sostener una rosa, o de olerla, o de adornar su pakol, el sombrero tradicional de lana.
En un diálogo posibilitado por la escenografía, los hombres afganos pueden aquí ofrecer flores a las mujeres afganas, reveladas, sin que nadie se sienta amenazado. La exposición crea un mundo imaginario, un sueño donde todas las flores son permitidas, abiertas y libres, un mundo donde los hombres ya no llevan armas, donde las mujeres cantan y bailan.
Comisaria de la exposición: Charlotte Urbain
